Por fin, la biblioteca con la que había soñado. Al cabo de tantos años de trabajo, con la pensión asegurada y todo el tiempo del mundo para dedicarse a lo que realmente le apetecía: leérsela entera. Un pozo insondable de saber, pulcramente clasificado por temas, se le ofrecía como la cueva encantada de los ladrones, como la boca oscura de una amante: literatura, historia, filosofía… acarició los volúmenes con reverencia y voluptuosidad, erizándose al contacto, sin atreverse a escoger uno. Ya habría tiempo, se dijo.
Dos semanas después, aún no se había decidido. Un temor punzante le asaltaba. A su edad y, aun contando con tanto tiempo, era improbable que llegase a leerlo todo, por lo que no quedaba más remedio que seleccionar. Si empezaba con literatura clásica, por ejemplo, jamás llegaría a los contemporáneos, que son al fin y al cabo quienes hablan de nuestra más cercana circunstancia. Así era, en efecto, pero ¿cómo iniciarse en literatura sin haber leído a los clásicos, de donde los escritores posteriores beben, y perderse así mil y una referencias eruditas, revisiones modernas de mitos o juegos intertextuales que estos últimos toman de aquellos primeros maestros?
Por otro lado estaba la filosofía, que por su densidad de contenido requería, sin duda, una lectura pausada. Si la abordaba ahora, quizá seguiría leyendo sólo filosofía al cabo de cinco años, cosa que le agobiaba incluso pensar. ¿Y qué decir de la historia, sin la cual las otras dos quedarían en suspenso, llenas de lagunas de contexto? Pues hay que reconocer, nos guste o no, que la historia es el origen de todo conocimiento humano. Sin asumir el nacimiento de una civilización determinada, de poco serviría adentrarse en sus manifestaciones culturales más excelsas…
Los días se sucedían y el pobre devoto de la lectura seguía paseándose inquieto entre los estantes, releyendo los títulos, a veces hojeando algún tomo para devolverlo a su sitio al momento con aire medroso. Cuando la tarde languidecía, se sentaba por fin en el sillón destinado a la lectura, encendía la luz y lloraba. Lloraba como nunca antes un alma encogida ha llorado ante la contemplación, inabarcable e intocable, de la inmensidad.
De Patologías
MALDICIÓN
Aullará el mundo y enmudecerá tu canto.
Descenderás al reino de lo imaginado:
no hallarás allí el ansiado infierno.
Tras los libros, golpearás la aldaba
(de puntillas se erguirá el corazón, su lengua
paladeará las jambas de lo ignoto).
¿Será la vida al fin …?
Volverás otro día: hoy no hay respuesta.
De Pronóstico
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JOVEN DE AMARILLO ESCRIBIENDO UNA CARTA, DE JAN VERMEER
Para Luis Javier Moreno, in memoriam
Sosiego: ojos y boca.
Nevado de luz armiño.
Secreto en el cofre un guiño.
Rasgado de pluma de oca.
¿A dónde miras, qué loca
confidencia a la criada
contarás? ¿no dirás nada?
Un acorde de espineta
dormirá, música quieta.
No eres mujer: eres hada.
De Himeneo y sus nombres
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DESDE UNA ESTRELLA ENANA
Para Antonio Arias, que le puso música y voz
Como hogueras en la noche
una por segundo
la última en ejecutar su danza de combustión en la galaxia
provocó el éxtasis de Johannes Kepler
por siempre ya geómetra de lo místico
una explosión más próxima habría sido el fin
del viejo planeta
sin embargo
este particular canto
de ondas de sonido y rayos gamma
este cegador y apabullante modo de morir
(denso cisne de carbono, sílice y oxígeno)
legó al principio de los tiempos
un rastro nutricio.
Hoy proclaman los científicos
con alborozo de antiguos poetas
en los días del tótem y la esfera:
somos hijos
de una estrella.
De Desde una estrella enana
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SÍSIFO
Que hasta el fin de mis días la ascensión se alargue
que no cese hasta entonces el sangrar de la roca
en mis pedregosos dedos
pues si alcanzo la cima, perderé la fe
que se nutre del dolor-amor
por lo no recorrido.
De Biografía elemental
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VIII
Existe un consuelo para los viajeros que van a los
lugares santos del poema,
para los que se llenan los bolsillos de palabras
ínfimas que van hallando al borde del camino,
palabras de la cualidad de una piedrecilla o un
huevo de gorrión o una rama de hinojo,
existe un consuelo para su ausencia de suerte,
su ardua travesía por los no-lugares,
su soledad de alacrán encendiendo el ojo de la
noche,
un alto en el camino, la tienda, la hoguera, el
descanso de los dromedarios,
un consuelo tan dulce como los dátiles que caen de
improviso sobre el paladar del hambre,
tan socarrón como el viento cuando, sin previo
aviso, cambia de dirección y azota la nuca o las
orejas del viajero,
la parte del cuerpo que ha olvidado cubrir
(el viento, no lo olvides, también tiene
usa
es
lenguaje).
No estás solo, pues, viajero. Existe el consuelo de
poder salir de ti,
suspender la conciencia de ti,
despojarte de ti,
abandonarte al territorio de los cuentos
y volver a tus estancias con el sabor acre de la
sabiduría,
con la manzana placentera de quien se ha asomado
a huertos menos áridos que el propio
y la ha acariciado
y la ha mordido
así,
de puntillas,
hasta quedar saciado.
De Tu suerte está en Ispahán
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DESESPERANZA
No podemos vivir en nuestros sueños
ni nos es dado amarlos…
ÁNGEL PANIAGUA
Porque sí, querido amigo, porque no hay
más opciones que fallarse
a uno mismo y a otros
y que de ellos te quede en el paladar
idéntico regusto a decepción.
Porque no, no queda sueño
que no te haya abandonado y, más aún
– ahora lo sabes–,
ya de joven sospechabas que ese era
el único argumento de la obra.
Cuánta razón tuvo
el príncipe de la melancolía
y aquel que temblaba al despertar encadenado
y cuánta razón tiene toda voz
que en sordo
diálogo de muertos
o perdida en el hondo callejón
del pensamiento
se atreve a hablarse a sí misma
sin consuelo de espejos ni esperar
hablar a Dios un día,
mientras ah, pero guarda
su mortal secreto y hace
como que está en el mundo, y conversa
y atiende a sus asuntos cotidianos
–tal como aconseja el sabio emperador–
y cada noche,
con la máscara disuelta en la penumbra,
se lava el rostro
y la abraza a ella, musa, fiel
aliada, sombra de aciago nombre.
De La vida extraña
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DESTINO
(Sobre Cavafis y el hermoso juicio que de él hace Marguerite Yourcenar)
Extraño: perder la voz.
¡Antes poeta ciego
que mudo! Más extraño:
mudez en un poeta
que tanto prestó su voz
a las pasiones de otros.
Vuelve Apolo a faltar a su promesa.
Vuelve el hombre, que no es diosa madre
abrazada a la desesperación
a aceptar que sus planes no concuerden
con los del inmortal.
“Ese es el hombre”,
dijo el poeta.
De Lugar
…………
CENCELLADA
Por el ojo del puente
—niebla macular—
un bosquejo de chopos
con peinado de fiesta,
alborozo en spray
de nocturna autoría:
tan burlona, la escarcha.
De Lugar
…………
UN GATO PERSIGUIENDO A UNA MARIPOSA
Para Antonio Roa
El hombre
un hombre
descubre al fin quiénes son él
y su esperanza
(un gato persiguiendo a una mariposa
un gato persiguiendo
a una
mariposa)
tiembla por dentro al saberlo
llora hacia fuera
y calla su derrota
sin batalla
después alza la pata
se enjuaga las lágrimas
da un salto
y sigue persiguiendo
a la mariposa
a su mariposa
De Tiempo vivo (inédito)